Por José Raúl Cepeda Borrero, JD
Catedrático Auxiliar Justicia Criminal
Universidad Interamericana de Puerto Rico
Tradicionalmente en el sistema de justicia criminal de Puerto Rico, como el de los Estados Unidos y otros países, conviven dos visiones criminológicas distintas y distinguibles. Por un lado las fuerzas de seguridad, policiacas así como, los componentes jurídicos del sistema comparten una visión clásica o desde el positivismo jurídico de la desviación criminal.
Para estas instituciones el delincuente es un ser con libre albedrió que escoge las conductas desviadas sobre las socialmente aceptadas u ordenadas por la ley. Por lo tanto, debe serle aplicada la pena ya como forma de retribución o con la intención de que sirva de disuasivo de futuras conductas por otros.
Por otro lado, las agencias correccionales, así como aquellas cuya misión va dirigida al tratamiento o prevención del crimen asumen visiones positivistas que ven al delincuente como víctima el mismo de condiciones fisiológicas, psicológicas o socio-ambientales. Estas organizaciones buscan la explicación a la desviación y estrategias para prevenir su ocurrencia.
En contraste con las visiones teóricas dominantes, los nuevos acercamientos tienen en común que cuestionan el poder y la forma en este usa el sistema de justicia para imponer sus valores y controlar a la sociedad.
Uno de estos nuevos acercamientos es la criminología cultura. Este movimiento originado en el Reino Unido y dado a conocer en los Estados Unidos a mediados de la década de los 90 parte de tres principios fundamentales.
Primero, plantea que solo las conductas que causan daño a la sociedad o a terceros deberían ser criminalizadas. En este sentido cuestiona la tipificación como delito de conductas que no tienen un impacto social directo.
Segundo, su análisis parte de un principio tomado de los movimientos literarios franceses posmodernos, el “interaccionismo simbólico”. Con este buscan entender los significados construidos por la sociedad de las conductas y las relaciones sociales y como se concretan, extienden y reproducen gracias al lenguaje en todas sus formas.
Tercero, entienden que es el poder a través de todos los mecanismos a su disposición quien promueve e impone su visión del mundo al resto de la sociedad. Esto lo logra a través de los llamados “empresarios morales”, que usando discursos que buscan crear el llamado “pánico moral” logran que el resto de la sociedad acepte voluntariamente los controles impuestos.
Este acercamiento de tipo ecléctico, que toma de elementos de otras teorías y las reinterpreta de nuevas maneras, ha obtenido la atención, no solo de los facultativos de Justicia Criminal y Criminología, sino también de la prensa puertorriqueña que encuentra en este, formas más lógicas y coherentes de interpretar los niveles de violencia y crimen que actualmente experimenta esta nación caribeña.
Recientemente también en la prensa dominicana ha comenzado a escucharse las voces que proponen explicaciones diferentes y que cuestionan la repetición de modelos históricamente fracasados.
En Latinoamérica ya han comenzado a escucharse otras voces que tomando los planteamientos iniciales ya comienzan a discutir formas de aplicarlos a su respectiva realidad social. En Argentina ya se han producido versiones al español de los primeros trabajos de Jock Young uno de los fundadores de esta escuela de pensamiento.
Los países de nuestra América Latina se beneficiarían de estos nuevos enfoques. Los patrones de poder todavía contienen ecos del pasado colonial, a la vez que intentan mantenerse frente a las demandas de un mundo globalizado y neoliberal cuyas soluciones no resultan para la mayoría de sus pueblos que permanecen excluidos y sus expresiones criminalizadas como forma de control social.